lunes, 28 de mayo de 2012

LA BOCA ANTIGUA Y SUS RECUERDOS...


YA CASI NO QUEDAN CANTINAS EN LA CALLE NECOCHEA 
Llegaron a ser más de veinte en la década del sesenta. En la actualidad solo queda una en esta zona degradada y olvidada por las autoridades. Si a un visitante que pisa por primera vez La Boca se le dijera que la calle Necochea alguna v e z f u e u n o d e l o s sectores más pujantes y dinámicos del barrio, podría pensar que se trata de una broma o que directamente se le esta mintiendo. La Boca supo tener d é c a d a s a t r á s , m á s  p r e c i s a m e n t e  e n  l a calle Necochea desde Pedro de Mendoza hasta Brandsen, 
uno de los más atractivos polos gastronómicos d e  la C i u d a d  d e Buenos Aires. 
Tenía cantinas que eran el lugar de reunión y de festejo popular para  los  más  variados 
s e c t o r e s  s o c i a l e s , culturales, y políticos de la Argentina. Llegaron a ser más de 20, y se destacaron Spadavecchia, La Gaviota, Priano, Rimini, La Cueva de Zingarella, Gennarino, La Barca de Bachicha, Il Piccolo Navio, All’Italia, Sparafucile, La Bella Napoli, y Marecchiare entre otras. Su entorno se completaba con bares como El Timón (abajo del puente Nicolás Avellaneda); la Munich de la calle Necochea entre Caboto y Blanes, los restaurantes El Tiburón, El Pejerrey y El Pescadito y las pizzerías como Banchero sobre Brown. Necochea fue conocida desde los orígenes del barrio de La Boca como «cammin vëgio» que en e l di a l e c to genové s s igni f i c aba «camino viejo». Ya desde los inicios del barrio se convirtió en una de las principales arterias, u b i c á n d o s e  e n  s u     
e n t o r n o  l a s  m á s  importantes pulperías, hosterías, fondines, y comercios para el abastecimiento de barcos y navegantes. Para 1910, la esquina de Suárez y Necochea era el centro de una concurrida vida nocturna barrial. En 1938, Ignacio y Marta Spadavecchia, abrieron la primer casa de comidas que es considerada como «La Cantina Madre» de La Boca, ofreciendo con la hospitalidad de la atención familiar las tradicionales pastas italianas. Estaba ubicada en Necochea 1150. Su alta vereda como muchas otras y le daba un particular toque de distinción a su acceso. Estaba decorada con pinturas de artistas boquenses como González Lazara y Giannone y faroles marineros que la caracterizaban como una autentica cantina de puerto. Tenía también una gran espada florentina que colgaba del centro de su salón. Para la década del ‘50, esta prospera casa de comidas se había multiplicado en otras similares. Y junto a las pastas italianas y mariscos, se incorporaron cantantes y pequeñas orquestas, donde predominaba el ruido e interpretes no siempre muy afinados, que convirtieron a la zona en un lugar imperdible tanto para turistas como nacionales. Manteles de papel, jamones colgados de los techos, botellas de vino amontonadas en repisas, faroles y luces de colores, guirnaldas de cumple-años, baile, c o t i l l ó n  y  a l e g r í a , r e u n i e r o n    a  n o s t á lógicos y a trasnochados, a intelectuales y a artistas bajo el mismo espíritu boquense. Allí se festejaba todo lo que podía celebrarse: c u m p l e a ñ o s , d e s p e d i d a s    d e  s o l t e r o s , 
a n i v e r s a r i o s , f i n  d e  a ñ o s , t r i u n f o s    y  ascensos; en fin, todos los eventos más importantes en la vida social de varias generaciones de porteños. En ese pintoresco cambalache de las cantinas, los memoriosos dicen que Isabel Sarli conoció a Armando Bo en la Cantina Spadavecchia, presentados por el cantante y actor Alfredo Dalton. Esa noche también habría nacido la idea de película «El trueno entre las hojas», filmada en la espesura guaraní con Sarli nadando en claras aguas de río. También a fines de los ‘50 un humi lde y desconocido J o r g e  P o r c e l   s e r í a  d e scubi e r to por Juan Carlos Mareco en una cantina de La Boca, quien se lo recomendó a Délfor Amaranto Dicasolo Pologna para que lo incorpore al programa radial «La Revista Dislocada». Maria José Gabin, actriz y vecina alguna vez de La Boca, escribió en un libro dedicado a su padre el artista Plástico Pérez Celis: «El barrio también me asombraba por su vivaz bullicio nocturno. El broche de una salida era pasear un poco por la calle de las cantinas, Necochea. De cada una salía una música diferente y entre todas armaban un enloquecido concierto: natural cocoliche y música internacional. Un tren humano bailaba al compás del cha cha cha que servia para bajar la mezcla de platos ingeridos. Cornalitos, papas fritas, rabas, canelones y pollo a la cacerola nadaban en litros de vino de damajuana dentro de los estómagos de los festivos clientes. Luego, los helados, flanes y ensalada de fruta completaban la indigesta mezcla. La típica bacanal gastronómica sucedía mientras el órgano Hammond musicalizaba la noche. Todo era una aventura de colores, sonidos y aromas de los mas extremos». (Del Libro «Perez Celis Mi Padre». Ed Galerna 2007). Las cantinas atraían a personalidades disímiles y variadas, desde Juan Manuel Fangio, Pascualito Pérez, Arturo Frondizi, Mirta Legrand, Carlitos Bala, Zully Moreno, Astor Piazzolla, y hasta el mismísimo Pele y Alberto J. Armando (entonces presidente del Club Boca Juniors) se encontraron por casualidad en la gloriosa Spadavecchia y compartieron la cena de aquella noche. No había famoso extranjero o nacional que no pasara por sus mesas. Allí estuvo Vittorio Gassman, Domenico Modugno, Vitorio De Sica, Giulietta Massina, Alain Delon y Jean Paul Belmondo entre otros. Tampoco faltaban los locales como Benito Quinquela Martín o el caudillo radical Reinaldo Elena, varias veces concejal y diputado nacional por La Boca. Los viejos del barrio recuerdan que los fines de semana los vecinos se amontonaban en las entradas para ver que famoso iba a comer. Ar turo Frondi z i, s i endo Pr e s ident e de l a Na c ión, homenajeo a Juan de Dios Filiberto poco antes de su muerte en la cantina Spadavecchia. Dicen que Frondizi eligió personalmente el lugar del encuentro. Muchísimas películas de época tuvieron sus infaltables escenas en esas cantinas, y hasta los festejos del IV Festival de Cine de la Ciudad de Buenos Aires en 1964 se hicieron en La Boca organizados por Juan Spadavecchia. Juancito como es conocido el hijo de los fundadores de la «Cantina Madre» r e c o r d ó  q u e  « t a m b i é n  
h i c i m o s  f e s t i v a l e s  d e  c i n e  internacionales en el medio de la calle. Fue una creación mía. 
Hablé con el intendente y metimos un toldo desde Brands en hasta Suárez : metimos 1.200 pe rsonas . Estuvieron infinidad de actores, como Anthony Perkins, la esposa de Tony Curtis, James Mason, y muchos más, y el presidente del festival era Lucas Demare, y otro año fue Enzo Ardigó». Pero todo este esplendor comenzó a decaer a fines de los años ´80. Con la constante degradación de la trama urbana del barrio, la zona de las cantinas de Necochea lentamente empezó a perder el esplendor y el atractivo que las disntinguió en otras décadas. Podrán debatirse hasta el cansancio las causales de la degradación de La Boca, y el grado de responsabilidad que le ha cabido en ella a los propietarios de cientos de conventillos y casas de inquilinato, que las abandonaron a la buena suerte de sus ocupantes o que no invirtieron lo necesario por hacer de ellas lugares dignos para sus inquilinos. Los años de la convertibilidad menemista, donde un peso valía un dólar, no solo empujaron a la pobreza a cientos de miles de trabajadores que perdieron sus empleos en fábricas y talleres, sino que también provocaron una drástica caída del turismo ya que la Ciudad de Buenos Aires se había transformado en un destino demasiado caro por sus precios. Esta explosiva combinación de factores, caló hondo en el barrio de La Boca y se hizo claramente visible en la zona de las Cantinas de la calle Necochea y en el entorno de la Plaza Solís Carlos Spadavecchia, otro de los herederos de los fundadores de la «Cantina Madre» señaló a Conexión 2000 que tuvieron que cerrar su cantina en La Boca en el año 1993 porque ya no venia nadie, y los pocos que la frecuentaban se encontraban con una zona insegura donde eran víctimas de robos y destrozos en sus automóviles. Il Piccolo Vapore, abierta en la década del ’60 y ubicada en la esquina de Necochea y Suárez, es hoy la única cantina que queda en pie y resiste en soledad. Tres Amigos, situada justo en frente, hace varios años que cerró sus puertas y hasta no hace mucho todavía podía verse desde sus ventanas mesas con sillas apiladas y guirnaldas descoloridas por el paso del tiempo, como esperando el milagroso momento de su reapertura. Desde Il Piccolo Vapore, señalan que la decadencia de las cantinas esta íntimamente relacionada con el deterioro del barrio de La Boca. Esta cantina resiste y subsiste con clientes que la frecuentan por algún evento especial como cumpleaños o aniversarios y apuestan a seguir para honrar sus más de 40 años de presencia en La Boca. Dicen que deberían declararla Patrimonio Cultural de la Ciudad, para honrar su trayectoria y acompañarla en esta difícil geografía en que se ubica. Rubén Granara Insua, Presidente de la Fundación Museo Histórico de La Boca, muestra su desazón por la actual situación de las cantinas: «… de un esplendor no muy lejano, hoy nos encontramos con algo incomparable». Considera también que el deterioro de la trama urbana con las responsabilidades que le competen a los habitantes y propietarios de la zona y la ausencia de políticas de los gobiernos para La Boca son los responsables de la actual situación de abandono». Durante la gestión del ex Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, se proyectó crear un polo gastronómico en la calle Necochea con créditos blandos para los comerciantes, pero no paso más allá de un mero anuncio mediático, como otras tantas iniciativas que se vienen anunciando desde hace muchos años para La Boca. En los últimos años, la zona se ha vuelto peligrosa y hasta la misma Comisaría 24 ha recomendado a los turistas en marzo pasado mediante una comunicación oficial que se «de s car t e por compl e to» e l t r áns i to por l a zona comprendida entre la Av. Almirante Brown y el Antepuerto (Boca del Riachuelo) y Dársena Sur, especialmente por la calle Necochea, Plaza Solís y por Av. Pedro de Mendoza en la zona del Riachuelo, toda vez que dentro de ese perímetro es donde se registra la casi totalidad de los hechos delictivos denunciados en La Boca. Como se la ve, la calle Necochea en la zona de las Cantinas es el fiel reflejo de lo ocurrido con La Boca, que del esplendor de varias décadas pasó en los últimos años al ocaso y el olvido. Mientras tanto, «Il Picolo Vapore» resiste y «3 Amigos» espera, que vuelvan a sus calles la alegría y el casi mágico momento de su reapertura.

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